
Una misión de fe en tierras hostiles
En los albores del siglo XIII, dos frailes franciscanos, Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato, emprendieron un camino lleno de desafíos. Provenientes de la nueva orden fundada por San Francisco de Asís, estos siervos decidieron llevar el mensaje del Evangelio más allá de los muros seguros de la cristiandad, rumbo a tierras musulmanas.
El destino los condujo hasta la orilla del río Turia, cerca de la villa de Teruel. Con toscas sayas y una fe inquebrantable, los frailes vivían de lo poco que los pastores les ofrecían. Fue ahí, en esa tierra de contrastes, donde los lugareños, sorprendidos por su misión, les preguntaron quiénes eran y qué buscaban.
— Somos Juan de Perusa y Pedro de Saxoferrato, siervos de Cristo y seguidores de nuestro hermano Francisco, que dejó todas sus riquezas para servir a Dios —respondieron con serenidad—. Nos dirigimos a Valencia, para convertir a los musulmanes a la fe cristiana.

Un aviso ignorado
Los habitantes de Teruel, preocupados por el peligro que entrañaba su misión, trataron de disuadirlos. Les advirtieron sobre la ferocidad del rey musulmán de Valencia, Azoto, conocido por su intolerancia hacia los cristianos. Pero los frailes, lejos de amedrentarse, vieron en este desafío una oportunidad para demostrar su entrega a Dios.
Ante la insistencia de los lugareños, los frailes accedieron a quedarse unos días. Durante ese tiempo, compartieron la doctrina de San Francisco de Asís, hablando de amor al prójimo, humildad y caridad. Su mensaje conmovió profundamente a los habitantes, quienes, deseosos de retenerlos, les ofrecieron un terreno junto al río. Allí fundaron una pequeña comunidad franciscana que se convertiría en el germen del futuro convento de San Francisco.

Camino a la gloria
Después de meses de convivencia y evangelización en Teruel, Juan y Pedro retomaron su camino hacia Valencia. Al llegar a la ciudad, desafiaron las prohibiciones musulmanas y lograron convertir a muchos al cristianismo. Sin embargo, su éxito atrajo la ira del rey Azoto, quien los apresó y condenó a muerte. Los dos frailes afrontaron el martirio con la misma valentía con la que habían abrazado su misión.
Antes de morir, vaticinaron que el propio rey Azoto se convertiría al cristianismo. Y, aunque parecía imposible, años después, este hecho se cumplió, marcando un giro inesperado en la historia.
Un legado eterno en Teruel
La ciudad de Teruel no olvida a estos santos mártires, quienes fundaron el convento de San Francisco. En su interior, se encuentra un pozo cuya agua, según la tradición, posee propiedades milagrosas. Además, un siglo después de su muerte, se erigió junto al convento una majestuosa iglesia gótica dedicada a San Francisco, que hoy es una joya artística de la provincia.
Descubre las leyendas de Teruel
Los Santos Mártires, es solo una de las muchas historias que conforman el rico patrimonio cultural de Teruel. En cada rincón de esta ciudad, las leyendas cobran vida, invitándote a adentrarte en un mundo de misterio y magia.
Datos obtenidos del libro: El Bardo de La Memoria
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