La virgen de los Dolores. Teruel

La Virgen de los Dolores: El Desafío de Antonio Bisquert

Una historia que me dejó helado. Antonio Bisquert

No sé si alguna vez te han contado la historia de Antonio Bisquert, un pintor del siglo XVII que terminó perdiendo la vida por culpa de una pintura. Te lo digo en serio. Yo me enteré hace poco, y todavía sigo dándole vueltas. Mira, te lo cuento como me lo contaron a mí, porque merece la pena.

Un pintor entre santos, vírgenes y milagros

Antonio Bisquert, aunque nacido en la Comunidad Valenciana y formado bajo la influencia del gran Francisco Ribalta, se convirtió prácticamente en un turolense más. Se instaló en Teruel allá por 1620 y allí pasó el resto de su vida, hasta que murió en 1646.

Era un genio en la pintura religiosa. Imagina: santos por todas partes —San Lorenzo, Santa Catalina, Santa Teresa—, escenas de martirio, Inmaculadas, y muchas de ellas repartidas por iglesias y conventos, no solo en Teruel, sino también en sitios como Huesca. El tipo no paraba, y lo mejor es que siempre encontraba inspiración. Hasta que un día, dejó de hacerlo.

El encargo que lo cambió todo

Resulta que una señora muy rica de la ciudad le pidió una obra especial: quería una imagen de la Virgen de los Dolores para el convento de las monjas de Santa Clara. Nada del otro mundo, pensarás. Pero para Bisquert, este encargo se volvió una obsesión.

Quería que fuera su obra maestra, algo que superara incluso su famoso Descendimiento que colgaba en la iglesia de Santiago. El problema fue que, esta vez, la inspiración no venía. Antonio apenas comía, no dormía… se estaba consumiendo. Su esposa, lo veía deshacerse día a día, impotente.

¿Cómo pintar el dolor en la cara de la mujer más pura?

A ver, ponte en su lugar. Antonio había pintado de todo, pero ahora tenía que retratar a la Virgen rota por el dolor. ¿Cómo plasmar sufrimiento en el rostro de quien, según él, era la mujer más hermosa y bendecida del mundo? La única que había dado a luz sin dejar de ser virgen…

La visión en sueños

Cuando ya parecía que no podía más, ocurrió. Una noche logró dormir, y en sueños —como si lo hubiera enviado el cielo— vio a la Virgen de los Dolores. Tal cual, con su expresión de pena clavada en el alma. Al despertar, cogió los pinceles y empezó a pintar. Todo fluía… hasta que llegó el momento de hacerle la cara.

Y ahí se estancó.

El rostro imposible

Intentó una, dos, diez veces. Nada. Ningún trazo capturaba lo que él había visto en sueños. Día tras día se obsesionaba más, y mientras la pintura avanzaba en todo menos en el rostro, Antonio se iba apagando. Hasta que un día la fiebre lo venció, y murió. Fue el 10 de noviembre de 1646.

El cruel final de la obra

Pero espera, que aquí no termina la historia. En la Guerra Civil de 1936, una bomba cayó sobre Teruel y destruyó el retablo donde estaba el cuadro. Todo desapareció… salvo la cara. El rostro de la Virgen nunca llegó a pintarse.

Y ese rostro, el que le costó la vida a Bisquert, sigue siendo un misterio. Una ausencia que, de algún modo, lo dice todo.

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