
Una historia de miedo, guerra… y traición
¿Sabes que en Teruel hay una puerta con un nombre que pone los pelos de punta? Sí, se llama el Portal de la Traición, y no es solo un nombre pintoresco. Detrás de él hay una historia real, oscura y desgarradora que ocurrió allá por 1363, en plena Edad Media. Y lo peor es que todo comenzó por miedo… y terminó en traición.
Déjame contarte lo que pasó.
El juez que abrió la ciudad al enemigo
Durante la guerra entre Pedro I el Cruel (rey de Castilla) y Pedro IV el Ceremonioso (rey de Aragón), Teruel era un punto clave. Las tropas castellanas arrasaban todo a su paso: quemaron castillos, decapitaron nobles y pusieron sitio a la mismísima capital turolense.
Los vecinos, valientes como siempre, aguantaron nueve días de asedio detrás de las murallas. Nueve días de miedo, flechas, hambre, proyectiles de piedra y rezos. Pero entonces ocurrió lo impensable.
El juez de la ciudad —la persona que debía ser ejemplo de lealtad— no aguantó más. Temeroso de ser ejecutado, hizo un pacto a escondidas con el enemigo: si los dejaba entrar por una de las puertas, le perdonarían la vida… y su fortuna.
Y así, el 3 de mayo de 1363, el juez abrió la ciudad a escondidas por una puerta que, desde entonces, lleva el nombre del portal de la Traición.

El castigo del pueblo: el olvido eterno
Lo más triste no fue solo la traición. Fue ver al enemigo entrar sin gloria, sin batalla. Pedro el Cruel ni siquiera se atrevió a desfilar por la puerta principal, sabiendo que no había vencido con honor, sino gracias a un trato sucio.
Durante tres largos años, las tropas castellanas saquearon la ciudad, robaron sus tesoros y obligaron a los vecinos más ricos a entregar todo cuanto tenían. Cuando se marcharon, se llevaron hasta las banderas ganadas en antiguas batallas, guardadas en la iglesia de Santa María.
¿Y el juez traidor? Se fue con ellos. Pero los turolenses no se lo perdonaron. Aunque nunca pudieron atraparlo, borraron su nombre de todos los registros, documentos y crónicas oficiales. Su identidad se perdió para siempre, como castigo. No existe en la historia. Solo queda su huella maldita: el portal de la Traición.

Un nombre que aún pesa
Hoy en día, ese portal sigue ahí, como un recordatorio de lo que nunca debe repetirse. En Teruel, traicionar pesa. Tanto que el nombre del juez fue borrado de la memoria colectiva, pero su acto sigue grabado en piedra.
Y, créeme, cuando caminas cerca de ese lugar, aún se siente algo raro… como si la historia misma murmurara al oído.
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