
Otoño de 1171: Inicio de la fundación de Teruel. El Comienzo de una Historia
Corría el otoño del año 1171. Las tropas cristianas, lideradas por el rey Alfonso II, avanzaban implacables. Desde Cella, conocida como «la del Canal», se dirigieron hacia un lugar próximo a lo que hoy conocemos como la Villa Vieja, cerca de Teruel. Exhaustos tras largas jornadas de batalla, decidieron acampar y reponer fuerzas.
Esa noche, un mensajero irrumpió en el campamento con noticias urgentes. El rey debía marchar hacia otro lugar del reino. Antes de partir, Alfonso II advirtió a los nobles que lo acompañaban que no continuaran la campaña sin él. Sin embargo, la insistencia de dos valientes caballeros, Blasco Garcés de Marcilla y Sancho Sánchez Muñoz, logró que el monarca concediera un permiso especial: en ese territorio podrían fundar una nueva villa, siempre bajo su autoridad.
Una Señal del Cielo
Con el rey ya ausente, los nobles y sus tropas debatieron intensamente sobre el lugar más adecuado para fundar la villa. Al no llegar a un acuerdo, decidieron confiar en una señal celestial que indicara el sitio perfecto.
El destino interrumpió sus deliberaciones. Espías cristianos informaron que tropas musulmanas planeaban una emboscada. Los enemigos habían preparado una estrategia inusual: una manada de toros con materiales inflamables atados a sus astas. Al caer la noche, lanzaron a los animales contra el campamento cristiano, confiando en que la sorpresa y el caos les darían ventaja.
Pero los cristianos estaban listos. Arqueros, ballesteros y lanceros resistieron con valentía. La emboscada fracasó; los toros fueron dispersados y las tropas musulmanas, derrotadas.

El Toro y la Estrella: El Origen de Teruel
Al amanecer, el paisaje tras la batalla deparó un espectáculo asombroso. En lo alto de la Muela, a poca distancia del campamento, un toro de la manada enemiga se erguía majestuoso. Entre sus cuernos, brillaba un resplandor que recordaba a una estrella. Aunque probablemente fuera un resto de los materiales inflamables usados en la emboscada, para los cristianos aquello fue una clara señal divina.
Ese toro, iluminado en la Muela, marcó el lugar donde se fundaría la villa de Teruel. El toro y la estrella se convirtieron en los símbolos imperecederos de la ciudad.
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